La mitología sin duda constituye un producto cultural por excelencia,
bajo el cual se sedimenta el origen de los pueblos, destacando en este umbral,
las bases griegas y romanas, como parteras culturales de la tierra, vale decir
de la humanidad. Sin duda el relato mitológico si bien tiende a ser fantástico,
deja sentado la concepción cultural de determinado pueblo y no por ello está lejano
al contexto de la realidad. Como refiere Ortega Gassset en su obra “Una Interpretación de la historia universal”,
hablar de mito a determinado origen cultural, no supone per se negar un fondo
de realidad que este contempla, en ese sentido este ilustre pensador señalaba
que, “nada es mito si no lleva dentro la médula de una experiencia humana real.
Cuando esto falta no se llama “mito”, se llama “tontería”. Es una pena y una
vergüenza que sea menester hacer estas observaciones y poner estas
reservas, que deberían ser innecesarias para personas medianamente cultas, pero
no sé qué hay en el aire intelectual hoy que parece que en él están suspendidas
una ignorancia y una insipidez demente verdaderamente penosas, que obligan a
tomar estas precauciones grotescas”.
Dentro de este contexto, conviene dar nuestra opinión,
respecto del movimiento “antitaurino” en el Perú, que ha llevado al seno del Tribunal
Constitucional, una causa de inconstitucionalidad materializada en el
Expediente N° 00022-2018-AI, contra las corridas de toro y peleas de gallo,
debiendo según el pedido de tutela constitucional, evaluarse la inconstitucionalidad
de la primera disposición complementaria final que establece excepciones a la Ley Nº 30407, de
protección y bienestar animal, disposición que exceptúa en su aplicación a las
corridas de toros, peleas de gallos y demás espectáculos declarados de carácter
cultural por la autoridad competente, ya que éstas serán reguladas por ley
especial. En esta causa del Tribunal Constitucional (TC), se muestra
a la corrida de toros, como segmento de la tauromaquia, como un espectáculo
cruel y de vejamen contra un animal: el toro de lidia, cuestionándose su
culturalidad, convirtiéndolo en una suerte de expresión arcaica y ruin en estos
tiempos, negándose a esta expresión costumbrista, en modo atrevido, su concepto
mitológico y ontológico, como expresión de humanidad.
Pero, estas acciones legales, son nuevas en el Perú. NO!
Ya en el Expediente N° 0042-2004-AI/TC el TC estableció, entre otros que:
(i) Se deben respetar las fiestas taurinas siempre que no se someta a
torturas y tratos crueles o sacrifique innecesariamente al toro y (ii) las corridas de toros son conformes con los valores
constitucionales y con la tradición pluricultural de la sociedad peruana, el respetar las fiestas taurinas, siempre que en ellas no se someta a
torturas y tratos crueles, o que sacrifique innecesariamente al toro; opción que debería merecer del Estado el reconocimiento y
promoción de una fiesta cultural, por ser plenamente acorde con la Constitución.
La ambigüedad de ésta posición, en no definir qué se
entiende por tortura respecto de un toro de lidia – con connotaciones mitológicas,
culturales y genéticas distintas al toro común, determinó que posteriormente el
TC peruano en Expediente N° 0017-2010-AI/TC, concluya, entre otros que: (i) la
actividad taurina es en nuestro país una manifestación cultural, traída con la conquista española e incorporada a nuestro
acervo cultural por una afición de siglos, que se manifiesta en fiestas
conmemorativas en Lima y diversas provincias del Perú, (…) la tauromaquia (…) se ha incorporado a nuestra cultura mestiza y es una
expresión artística que forma parte de la diversidad cultural del Perú, y; (ii) no puede señalarse
apriorísticamente que los espectáculos taurinos son, sin más, una simple y pura
exhibición de tortura, tratos crueles y muerte de un
animal; pues (…) hay quienes asumen (…) [que] la tauromaquia puede ser
considerada como un espectáculo”.
Aclarado lo anterior, conviene agregar, porque una corrida
de toros, no puede ser considerado, un rito de tortura y sacrificio innecesario
del toro de lidia.
En primer lugar, jurídicamente
hablando, la Convención contra la Tortura y Otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, entiende el término "tortura" todo acto por el cual se
inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean
físicos o mentales, vale decir
un acto entre humanos.
Por otro lado, debemos analizar,
previamente al concepto de “tortura” contra los toros de lidia, lo relacionado
a la “tortura” en la industria alimentaria o en el plano de la subsistencia
ordinaria. Para situar ejemplos puntuales de ésta “tortura” empezamos citando a
los pollos de la industria de huevos en donde se trituran a los machos vivos a
pocas horas de nacer, o el caso emblemático de los cerdos a quienes les cortan
los testículos sin anestesia a fin de mejorar el sabor de su carne, o el de los
perros en china, o el de las ballenas en el Japón, o en suma la culinaria
oriental donde se comen vivos a determinados animales. Todo este contexto, debe
ser analizado en modo previo, a efectos de que no exista en el discurso
anti taurino su evidente miopía ética. Adelantándome a su posición, ellos sin
duda contestan, ese sacrificio es para la subsistencia humana. Sin embargo, su
respuesta no es racional ni éticamente contundente para desmeritar a la corrida
de toros, pues está probado que casi la totalidad de productos consumidos
provienen de la ganadería industrial (que goza de muchas subvenciones de los
impuestos que pagamos), pese a que está probado la sanidad y beneficios de ser
vegetariano, en este umbral, radica, en nuestra opinión la ridícula
incoherencia en los anti taurinos que comen carne y que necesitan cosméticos
pues para la generación de estos se matan muchos animales.
Dicho esto, nos quedaría analizar
la posición de los vegetarianos anti taurinos, quienes se alimentan de distintos
vegetales que para su producción previa si es orgánica exige el talado de árboles,
la quema de extensos campos y otros vegetales de los cuales se alimentan los animales o de los vegetarianos que desarrollan actividades
mineras en donde se deprecia el medio ambiente pese a las medidas de seguridad
que se tome en dichas actividades. Todo este contexto de contradicción, exige
que la posición anti taurina se centre en otro nivel de discusión, para que sea
ético y racional.
En ese sentido, solo podrá ver una
defensa racional y ética de la tauromaquia o en contra de ella, cuando sus
fundamentos estén lejanos a ver a determinados animales como meros productos de
consumo y se centren en la esencia de la humanidad que representan, es decir en
una valoración más profunda de su rol para con la humanidad y el contexto de su
existencia dentro de ésta.
En este último contexto conviene precisamente
contemplar al toro de lidia, como un animal mitológica, ontológica y genéticamente
diferente a cualquier otro animal, contemplarlo como un símbolo no solo poético
sino de divinidad, no por algo los persas lo consideraban símbolo de vida, los
indo áridos guardián de su territorio y generador de procreación. Es tanta la imponencia
del toro de lidia en la noción existencial del ser humano que ha sido eje
central en míticos relatos como “el rapto de Europa”, donde Zeus enamorado de
ésta dama, se convirtió en un toro para desposarse con ella, vale decir este Dios mitológico superior optó por tomar más la imagen de un toro que la propia imagen de un hombre para conquistar el deseo de dicha musa, la cual en expresión cultural puede expresarse que la estética del toro era superior a la de un humano, o, como cuando la
mitología muestra al toro como símbolo de seducción cuando Pasifae mujer de
Minos se enamora del toro sagrado de Poseidón fruto del cual nace el Minotauro;
todas estas expresiones culturales, muestran una unión milenaria entre la
humanidad y el toro, desde su exaltación hasta su sacrificio, en lenguaje del
toreo, desde su indulto hasta su muerte.
En el contexto plenamente
religioso el toro tiene componente de sacrificio, prueba de ello son las denominadas
corridas votivas – de sacrificio de toros, que datan desde la edad media, donde
estos “geriones de Hércules” eran sacrificados a los Dioses.
Ahora bien, el toro bravo o Bos
Taurus Ibéricos como lo denominan los científicos, son un componente especial
del toro, diferente al toro común, desde su genética hasta las zonas geográficas
donde se encuentra (España, Francia Portugal y por extensión costumbrista
México, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú), su distinción no solo es su
hermosura (tan solo falta contemplar un Miura para querer escribir un poema),
sino que además su genética, está probado, tiene condiciones de vigor y bravura
indescriptible, por lo que lo hacen el único toro apto para la lidia con el
hombre dentro de un contexto costumbrista donde se convine la emoción, valentía
y el arrojo como sucede en el toreo.
Como han especificado connotados
profesionales (Césareo Sanz) el toro de lidia es el único que puede conservar completamente
un dominio de actividades funcionales, de sus instintos primitivos, sin ninguna
doma ni amansamiento y que encuentra en la lucha un modo de vida, esté dentro o
fuera del rodeo, así la bravura es su instinto, es lo que lo hace libre. Sanz
ha sido específico en señalar que en la lidia este toro cae en un automatismo instintivo
por obnubilación de la conciencia que no le harían sentir dolor
y por el contrario esta genética lo hace desconocer obstáculos y resistencias; por
ello existe por ejemplo el registro histórico de José María de Cossío de toros
ejemplares como “Caramelo” que lidió con un león y un tigre ganado la lid, o, “libertado”
que mató seis caballos y fue indultado, o el robusto “cucharero” que dio problemas
al gran “Cordobés”.
De estos antecedentes, cómo se
puede decir, que los hombres aficionados a la tauromaquia no reconocen la
grandeza de los exponentes en los toros de lidia, cómo se puede decir que no
aman a esta raza de animales benditos al punto que se les ha escrito poemas y
canciones incluso han sido materia de pinturas que son verdaderas obras de arte,
incluso ha generado literatura basta leer desde el Yawar Fiesta de José María
Arguedas, el Marqués de Navas de Lope de Vega, la Lealtad contra la envidia de
Tirso de Molina, El zurdo alanceador de Quevedo, estos tres últimos autores de influencia
directa en la literatura mundial por ende la peruana; ha generado verdaderos
tratados de estudio como Tauromaquia de Juan Antonio Castro, incluso a mayor
detalle la obra El torero, héroe literario de Alberto González Troyano. No
señores antitaurinos, el toro de lidia eje central de la tauromaquia es partera
de cultura, de arte, de historia, de poesía, de literatura, por ello su
prohibición legal no solo llevaría a la recesión de estas expresiones de
humanidad, sino que además conllevaría a la extinción de lo que tanto defienden
los “anti taurinos”.
De lo dicho, es necesario observar
la corrida de toros como expresión cultural, que tiene como base su
mitificación desde los tiempos grecorromanos, contemplando al destino del toro
de lidia en un contexto ontológico y racional, como su sacrificio o absolución en
una lid justa con el hombre, en donde si bien este tiene la fortaleza de
raciocinio ésta es a la vez su desventaja al tener en cuenta la fortaleza
genética, biológica y libertaria del toro de lidia, quien ante el ataque se obnubila
del dolor, destino que se cierra en un rito ancestral que ha venido
prevaleciendo a través del tiempo, como producto cultural de determinadas
sociedades, no como producto de un mero capricho, de una mera vanidad, ingresar
al coso taurino de Acho en Lima, del Vizcaino en mi tierra Chota, es expresión
cultural, muy diferente a las actividades que nos lleva la sociedad del consumo
o la sociedad del espectáculo como lo
refiere el genial Mario Vargas Llosa, un premio nobel gracias a Dios taurino.
Mi madre es taurina, me dice de
cariño “mi Cordobés”, inmerecido trato para un terrenal como yo; trato maternal
que hoy me impulsa a escribir estas líneas, además de mi identificación con el
mundo taurino, es en este momento en que al cerrar este diálogo me hace
imaginarme como sería extenderle la mano a Manuel Benitez, o darle un abrazo al
Juli, a José Tomás y por supuesto al gallo de gallos mi compatriota Andrés
Roca Rey, hombres que con su talento, arrojo y valentía han gravado líneas imborrables
en la historia de la tauromaquia y que también son exponentes que generan
poesía, literatura, que generan cultura en estos tiempos de agobiante estupidez.
Por todo ello, agradezco a todos
aquellos que el día 09 de enero de 2019, caminaron hasta la plaza dos de mayo en
Lima a un solo grito “EL PERÚ ES TAURINO”, créanme que los que caminaron no fue
un simple colectivo, fueron muchos.
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