jueves, 10 de enero de 2019

EL PERÚ ES TAURINO.




La mitología sin duda constituye un producto cultural por excelencia, bajo el cual se sedimenta el origen de los pueblos, destacando en este umbral, las bases griegas y romanas, como parteras culturales de la tierra, vale decir de la humanidad. Sin duda el relato mitológico si bien tiende a ser fantástico, deja sentado la concepción cultural de determinado pueblo y no por ello está lejano al contexto de la realidad. Como refiere Ortega Gassset en su obra “Una Interpretación de la historia universal”, hablar de mito a determinado origen cultural, no supone per se negar un fondo de realidad que este contempla, en ese sentido este ilustre pensador señalaba que, “nada es mito si no lleva dentro la médula de una experiencia humana real. Cuando esto falta no se llama “mito”, se llama “tontería”. Es una pena y una vergüenza que sea menester hacer estas observaciones y poner estas reservas, que deberían ser innecesarias para personas medianamente cultas, pero no sé qué hay en el aire intelectual hoy que parece que en él están suspendidas una ignorancia y una insipidez demente verdaderamente penosas, que obligan a tomar estas precauciones grotescas”. 

Dentro de este contexto, conviene dar nuestra opinión, respecto del movimiento “antitaurino” en el Perú, que ha llevado al seno del Tribunal Constitucional, una causa de inconstitucionalidad materializada en el Expediente N° 00022-2018-AI, contra las corridas de toro y peleas de gallo, debiendo según el pedido de tutela constitucional, evaluarse la inconstitucionalidad de la primera disposición complementaria final que establece excepciones a la Ley Nº 30407, de protección y bienestar animal, disposición que exceptúa en su aplicación a las corridas de toros, peleas de gallos y demás espectáculos declarados de carácter cultural por la autoridad competente, ya que éstas serán reguladas por ley especial.  En esta causa del Tribunal Constitucional (TC), se muestra a la corrida de toros, como segmento de la tauromaquia, como un espectáculo cruel y de vejamen contra un animal: el toro de lidia, cuestionándose su culturalidad, convirtiéndolo en una suerte de expresión arcaica y ruin en estos tiempos, negándose a esta expresión costumbrista, en modo atrevido, su concepto mitológico y ontológico, como expresión de humanidad.

Pero, estas acciones legales, son nuevas en el Perú. NO!

Ya en el Expediente N° 0042-2004-AI/TC el TC estableció, entre otros que: (i) Se deben respetar las fiestas taurinas siempre que no se someta a torturas y tratos crueles o sacrifique innecesariamente al toro y (ii) las corridas de toros son conformes con los valores constitucionales y con la tradición pluricultural de la sociedad peruana, el respetar las fiestas taurinas, siempre que en ellas no se someta a torturas y tratos crueles, o que sacrifique innecesariamente al toro; opción que debería merecer del Estado el reconocimiento y promoción de una fiesta cultural, por ser plenamente acorde con la Constitución.

La ambigüedad de ésta posición, en no definir qué se entiende por tortura respecto de un toro de lidia – con connotaciones mitológicas, culturales y genéticas distintas al toro común, determinó que posteriormente el TC peruano en Expediente N° 0017-2010-AI/TC, concluya, entre otros que: (i) la actividad taurina es en nuestro país una manifestación cultural, traída con la conquista española e incorporada a nuestro acervo cultural por una afición de siglos, que se manifiesta en fiestas conmemorativas en Lima y diversas provincias del Perú, (…) la tauromaquia (…) se ha incorporado a nuestra cultura mestiza y es una expresión artística que forma parte de la diversidad cultural del Perú, y; (ii) no puede señalarse apriorísticamente que los espectáculos taurinos son, sin más, una simple y pura exhibición de tortura, tratos crueles y muerte de un animal; pues (…) hay quienes asumen (…) [que] la tauromaquia puede ser considerada como un espectáculo”.

Aclarado lo anterior, conviene agregar, porque una corrida de toros, no puede ser considerado, un rito de tortura y sacrificio innecesario del toro de lidia.

En primer lugar, jurídicamente hablando, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, entiende el término "tortura" todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, vale decir un acto entre humanos.

Por otro lado, debemos analizar, previamente al concepto de “tortura” contra los toros de lidia, lo relacionado a la “tortura” en la industria alimentaria o en el plano de la subsistencia ordinaria. Para situar ejemplos puntuales de ésta “tortura” empezamos citando a los pollos de la industria de huevos en donde se trituran a los machos vivos a pocas horas de nacer, o el caso emblemático de los cerdos a quienes les cortan los testículos sin anestesia a fin de mejorar el sabor de su carne, o el de los perros en china, o el de las ballenas en el Japón, o en suma la culinaria oriental donde se comen vivos a determinados animales. Todo este contexto, debe ser analizado en modo previo, a efectos de que no exista en el discurso anti taurino su evidente miopía ética. Adelantándome a su posición, ellos sin duda contestan, ese sacrificio es para la subsistencia humana. Sin embargo, su respuesta no es racional ni éticamente contundente para desmeritar a la corrida de toros, pues está probado que casi la totalidad de productos consumidos provienen de la ganadería industrial (que goza de muchas subvenciones de los impuestos que pagamos), pese a que está probado la sanidad y beneficios de ser vegetariano, en este umbral, radica, en nuestra opinión la ridícula incoherencia en los anti taurinos que comen carne y que necesitan cosméticos pues para la generación de estos se matan muchos animales.

Dicho esto, nos quedaría analizar la posición de los vegetarianos anti taurinos, quienes se alimentan de distintos vegetales que para su producción previa si es orgánica exige el talado de árboles, la quema de extensos campos y otros vegetales de los cuales se alimentan los animales o de los vegetarianos que desarrollan actividades mineras en donde se deprecia el medio ambiente pese a las medidas de seguridad que se tome en dichas actividades. Todo este contexto de contradicción, exige que la posición anti taurina se centre en otro nivel de discusión, para que sea ético y racional.

En ese sentido, solo podrá ver una defensa racional y ética de la tauromaquia o en contra de ella, cuando sus fundamentos estén lejanos a ver a determinados animales como meros productos de consumo y se centren en la esencia de la humanidad que representan, es decir en una valoración más profunda de su rol para con la humanidad y el contexto de su existencia dentro de ésta.

En este último contexto conviene precisamente contemplar al toro de lidia, como un animal mitológica, ontológica y genéticamente diferente a cualquier otro animal, contemplarlo como un símbolo no solo poético sino de divinidad, no por algo los persas lo consideraban símbolo de vida, los indo áridos guardián de su territorio y generador de procreación. Es tanta la imponencia del toro de lidia en la noción existencial del ser humano que ha sido eje central en míticos relatos como “el rapto de Europa”, donde Zeus enamorado de ésta dama, se convirtió en un toro para desposarse con ella, vale decir este Dios mitológico superior optó por tomar más la imagen de un toro que la propia imagen de un hombre para conquistar el deseo de dicha musa, la cual en expresión cultural puede expresarse que la estética del toro era superior a la de un humano, o, como cuando la mitología muestra al toro como símbolo de seducción cuando Pasifae mujer de Minos se enamora del toro sagrado de Poseidón fruto del cual nace el Minotauro; todas estas expresiones culturales, muestran una unión milenaria entre la humanidad y el toro, desde su exaltación hasta su sacrificio, en lenguaje del toreo, desde su indulto hasta su muerte.

En el contexto plenamente religioso el toro tiene componente de sacrificio, prueba de ello son las denominadas corridas votivas – de sacrificio de toros, que datan desde la edad media, donde estos “geriones de Hércules” eran sacrificados a los Dioses.

Ahora bien, el toro bravo o Bos Taurus Ibéricos como lo denominan los científicos, son un componente especial del toro, diferente al toro común, desde su genética hasta las zonas geográficas donde se encuentra (España, Francia Portugal y por extensión costumbrista México, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú), su distinción no solo es su hermosura (tan solo falta contemplar un Miura para querer escribir un poema), sino que además su genética, está probado, tiene condiciones de vigor y bravura indescriptible, por lo que lo hacen el único toro apto para la lidia con el hombre dentro de un contexto costumbrista donde se convine la emoción, valentía y el arrojo como sucede en el toreo.

Como han especificado connotados profesionales (Césareo Sanz) el toro de lidia es el único que puede conservar completamente un dominio de actividades funcionales, de sus instintos primitivos, sin ninguna doma ni amansamiento y que encuentra en la lucha un modo de vida, esté dentro o fuera del rodeo, así la bravura es su instinto, es lo que lo hace libre. Sanz ha sido específico en señalar que en la lidia este toro cae en un automatismo instintivo por obnubilación   de la conciencia que no le harían sentir dolor y por el contrario esta genética lo hace desconocer obstáculos y resistencias; por ello existe por ejemplo el registro histórico de José María de Cossío de toros ejemplares como “Caramelo” que lidió con un león y un tigre ganado la lid, o, “libertado” que mató seis caballos y fue indultado, o el robusto “cucharero” que dio problemas al gran “Cordobés”.
De estos antecedentes, cómo se puede decir, que los hombres aficionados a la tauromaquia no reconocen la grandeza de los exponentes en los toros de lidia, cómo se puede decir que no aman a esta raza de animales benditos al punto que se les ha escrito poemas y canciones incluso han sido materia de pinturas que son verdaderas obras de arte, incluso ha generado literatura basta leer desde el Yawar Fiesta de José María Arguedas, el Marqués de Navas de Lope de Vega, la Lealtad contra la envidia de Tirso de Molina, El zurdo alanceador de Quevedo, estos tres últimos autores de influencia directa en la literatura mundial por ende la peruana; ha generado verdaderos tratados de estudio como Tauromaquia de Juan Antonio Castro, incluso a mayor detalle la obra El torero, héroe literario de Alberto González Troyano. No señores antitaurinos, el toro de lidia eje central de la tauromaquia es partera de cultura, de arte, de historia, de poesía, de literatura, por ello su prohibición legal no solo llevaría a la recesión de estas expresiones de humanidad, sino que además conllevaría a la extinción de lo que tanto defienden los “anti taurinos”.

De lo dicho, es necesario observar la corrida de toros como expresión cultural, que tiene como base su mitificación desde los tiempos grecorromanos, contemplando al destino del toro de lidia en un contexto ontológico y racional, como su sacrificio o absolución en una lid justa con el hombre, en donde si bien este tiene la fortaleza de raciocinio ésta es a la vez su desventaja al tener en cuenta la fortaleza genética, biológica y libertaria del toro de lidia, quien ante el ataque se obnubila del dolor, destino que se cierra en un rito ancestral que ha venido prevaleciendo a través del tiempo, como producto cultural de determinadas sociedades, no como producto de un mero capricho, de una mera vanidad, ingresar al coso taurino de Acho en Lima, del Vizcaino en mi tierra Chota, es expresión cultural, muy diferente a las actividades que nos lleva la sociedad del consumo  o la sociedad del espectáculo como lo refiere el genial Mario Vargas Llosa, un premio nobel gracias a Dios taurino.

Mi madre es taurina, me dice de cariño “mi Cordobés”, inmerecido trato para un terrenal como yo; trato maternal que hoy me impulsa a escribir estas líneas, además de mi identificación con el mundo taurino, es en este momento en que al cerrar este diálogo me hace imaginarme como sería extenderle la mano a Manuel Benitez, o darle un abrazo al Juli, a José Tomás y por supuesto al gallo de gallos mi compatriota Andrés Roca Rey, hombres que con su talento, arrojo y valentía han gravado líneas imborrables en la historia de la tauromaquia y que también son exponentes que generan poesía, literatura, que generan cultura en estos tiempos de agobiante estupidez.

Por todo ello, agradezco a todos aquellos que el día 09 de enero de 2019, caminaron hasta la plaza dos de mayo en Lima a un solo grito “EL PERÚ ES TAURINO”, créanme que los que caminaron no fue un simple colectivo, fueron muchos.

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